la toma
la toma
Miro la fotografía familiar de Agüero, los padres jóvenes y él bebé. Es su padre quien lo sujeta. No están sentados en un sofá, tampoco es una foto tomada en un estudio. Están al aire libre en un camino, en un sendero ¿luminoso?
Miro la foto, pues he recibido un WhatssApp de José Carlos Agüero, invitándome a mirar su nuevo canal de YouTube y me parece reconocer la semillita de frijol rojo -huayruro- que empleamos para la segunda edición de su libro “Persona” que publicamos en FCE Perú. Hojeo el libro donde también aparece la referida foto.
En el video José Carlos habla del libro “Testimonio de un soldado y visión del mundo”, de Alex Segura militar que participó en diversos episodios del conflicto armado interno en el Perú. Entre otros aspectos se refiere al episodio de la toma de la Embajada del Japón en Lima, durante la primera etapa de Fujimori.*
Y yo, en esta etapa de enclaustramiento, pienso en otros tipos de encierros que en su momento testimonié a la distancia.
Viene a mí no un sueño, sino un texto que escribí - a manera de bitácora- cuando vivía en Caracas en los años noventa:
Fotografìo mentalmente- las imágenes que la realidad inmediata, es decir Caracas, a las 4:41 me ofrece mientras transito por la autopista Francisco Fajardo, las mezcló con las que describe el reportero que transmite por la radio la toma de la embajada de Japón, desde Lima y que- automáticamente- se convierten en una edición de las archivadas en mi memoria. El taxi destartalado que lentamente circula delante del mío rumbo a la avenida México y la Libertador, la placa diplomática que traigo en el tablero que se proyecta al revés en el parabrisa, el jardín que rodea la casa de La Embajada, el techo y ventanas con consignas- ahora en medio de explosiones y humo-. Visiones, las de Lima que nunca mire presencial mente en su momento si no a través de la prensa o la televisión y que fueron captadas por un tercero al que nunca vi, del que solo conozco imágenes que el archivo de su memoria guarda. Me doy cuenta que esta fotografía mental viene a ser una especie de cadáver exquisito -al estilo surrealista- en cuya creación interviene el reportero al que escucho transmitiendo desde Lima, el fotógrafo y el camarógrafo que hicieron las fotos y videos que mi memoria evoca, el jefe de redacción que selecciono esas - y no otras- imágenes para su publicación en el diario, el tupacamaru que pintó la manta que pende de una ventanas, el que redactó el texto, el que seleccionó esa -y no otra- ventana... Entre ellos, y todos los que se le escapan, ¿cuánto serian los autores de este cadáver exquisito?
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